Siempre había soñado con ser dama de honor. No sé por qué, pero desde pequeña siempre lo quise. Bueno, antes que eso, siempre pensé en casarme en la iglesia de mi pueblo, toda una preciosidad. Sobretodo en verano, cuando el tiempo acompaña, los pájaros cantan y el sol brilla de frente; pero dada mi mala suerte para encontrar un hombre que realmente me complazca y me llene lo suficiente como para eso, tendré que conformarme con seguir soñando con ese momento. El caso es que por fin fui dama de honor de una amiga que llevaba el traje de novia más bonito que he podido ver. ¡Y eso que he ido a bodas!
Es una de mis mejores amigas y cómo no, me alegro muchísima por ella. Pero oye, que yo llevaba años deseando que llegara un momento como este para poder lucir un vestido de lo más espeluznante y rompedor cuando de pronto vi a mi amiga, que no nos quiso enseñar en traje hasta el día de la boda.
Ella sabía que era precioso no, lo siguiente y es por ello que nos hizo esperar tanto tiempo, para sorprendernos a todos. De hecho, creo que solo la madrina de la boda, su suegra, había visto el traje. Lo cierto es que ahora me han dado más ganas aún de casarme, después de que ella nos contara lo bien que lo pasó y lo especial que fue ese día.
Por lo pronto, el único hombre que me eleva a las estrellas está lejos de mi país y no sé si algún día volverá, así que tendré que seguir buscando ranas que se conviertan luego en príncipes.
Por cierto, le he preguntado a mi amiga de dónde era el vestido. Solonovios fue el encargado de encontrar el traje adecuado, el más bonito de todos y a un precio excepcional. |